Una democracia participativa se manifiesta en acciones colectivas que inciden en lo social, lo cultural y lo político, generando transformaciones reales en los territorios.
Existen diversas experiencias que impulsan nuevas formas de participación desde lo comunitario, lo autogestionado y lo colaborativo, promoviendo modos alternativos de habitar y organizar lo común.
A través del intercambio se busca visibilizar estrategias que fortalecen el tejido social, fomentan la diversidad, hacen frente a la vulnerabilidad y activan procesos de memoria colectiva cuestionando los límites tradicionales de la institucionalidad.
Estas prácticas no solo responden a los desafíos del presente, sino que también abren caminos hacia futuros más justos, inclusivos y sostenibles.